jueves, 11 de abril de 2013

PARA LEER

Aquí les dejó el link con una página que publica el cuento "La intrusa" de Jorge Luis Borges publicado en el volumen El informe Brodie en 1970

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/borges/la_intrusa.htm




domingo, 10 de marzo de 2013

PUNTOS DE PARTIDA

Literatura
-Cursada Primer Cuatrimestre 2013-

Cronograma de las Tutorías

TUTORÍA NRO. UNO: 9 de abril
Los Programas. Construir criterios para comenzar a estudiar. Reconocimiento de textos. Introducción a la literatura. Concepto de Género.
TUTORÍA NRO. DOS: 16 de abril
¿Qué es la literatura? Géneros literarios. Análisis literario.
TUTORÍA NRO. TRES: 23 de abril
Autores y textos
TUTORÍA NRO. CUATRO: 30 de abril
Autores y textos
TUTORÍA NRO. CINCO: 7 de mayo
Selección de autor y textos como tema de investigación para el final.
Pautas del trabajo práctico final de investigación.
TUTORÍA NRO. CINCO: 14 de mayo
Autores y textos
TUTORÍA NRO. SEIS: 21 de mayo
Autores y textos
TUTORÍA NRO. SIETE: 28 de mayo
Repaso
TUTORÍA NRO. OCHO: 4 de junio
Evaluación final oral con presentación de trabajo práctico de investigación.



lunes, 22 de octubre de 2012

Recta Final: Resumen de las últimas tutorías

Tutoría 5: 25 de septiembre
Lectura, exposición y discusión del cuento "El fardo" de Rubén Darío

Tutoría 6: 9 deOctubre
Trabajo Práctico: Vista panorámica del programa
¿Cómo está organizado el programa?
Proponé un orden para los autores mencionados en el programa.
¿Podés identificar un vínculo entre lengua, literatura e historia u otras disciplinas, en la formulación del programa? ¿Cuáles?
¿Podés identificar los géneros literarios, sus características y ejemplos para cada uno? Desarrollar.

** Escribir un texto argumentativos que vincule las respuesta de Borges, Gambaro y Castillo acerca del oficio de escritor, extraídas de la revista Acción

Tutoría 7: 16 de Octubre
Preguntas para preparar

1. Desarrollar las características de los géneros literarios. Completar la explicación con ejemplos.
2. ¿Qué es la literatura?
3. ¿Cuáles son las características de la lengua literaria?

Tutoría 8: 23 de Octubre
Repaso final

Tutoría 9: 30 de Octubre
Exámenes

martes, 18 de septiembre de 2012

Sobre Gusmán, Saramago y Saer

Luis Gusmán

http://www.literatura.org/Gusman/Gusman.html
http://www.revistaenie.clarin.com/literatura/Luis-Gusman-repaso-su-relacion-personal-con-la-literatura-y-los-libros_0_685131771.html
http://www.buenosaires.gov.ar/areas/com_social/audiovideoteca/literatura/gusman_bio_es.php

José Saramago

http://josesaramago.org/
http://www.escritores.org/saramago.htm

Juan José Saer

http://www.literatura.org/Saer/Saer.html
http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2254
http://www.no-retornable.com.ar/v3/dossier/saer.html

Textos Argumentativos: Gusmán - Saramago - Saer


Discurso inaugural de Luis Gusmán


El tema, que hoy nos convoca es “un futuro con libros”. Sin duda, una expresión de deseo, un anhelo digno de celebrar. Como suele suceder, de este tema se han ocupado en el pasado.
Graham Greene, en su libro La infancia perdida, afirma que las lecturas de la infancia son aquellas que nunca olvidamos y que son las que más han influenciado en nuestra vida. Él, piensa la literatura como una forma de la adivinación. Dice que en la infancia, todos los libros tienen algo de adivinatorio ya que hablan del futuro y porque un chico, todavía no tiene otro pasado que el de sus lecturas. Entonces, el estante de la biblioteca era como una bola de cristal donde el niño soñaba la vida que tenía por venir. El libro, tiene un poder adivinatorio que va influir sobre nuestro futuro. El libro nos cifra antes de que lo descifremos. Es por eso, que los libros despiertan semejante entusiasmo: tienen el poder de la revelación.
El misterio
Me valgo de La infancia perdida porque le otorga a la lectura el poder de revelación. Lo cito: “Recuerdo nítidamente la forma súbita en que una llave giró en la cerradura: yo sabía leer”. La llave en la cerradura ya ha instalado el misterio. Hay un enigma y un mundo por descubrir. Un mundo que incluye desde el miedo hasta la buena ventura. El futuro es del orden de la revelación y pertenece al misterio. A un misterio que no desaparece con el avance tecnológico, ni con el progreso; tampoco responde a ningún esoterismo místico, sino que pertenece a la singularidad absoluta de aquél, que al aprender a leer, se ha transformado en un lector. Y así lo cuento, de a uno, porque cada uno es diferente.
El secreto
Cuando Greene aprende a leer, les oculta el secreto a sus padres. No quería que nadie lo supiese. Él confiesa que mientras no sabía leer estaba a salvo del porvenir, el futuro era de los otros, de los adultos. Una vez que la llave ha girado, el futuro depende de uno. En los estantes, los libros están aguardando a aquel que ha dejado de ser niño y se ha transformado en lector y puede elegir. Es posible que cuando esto nos sucede se nos abre, junto con el misterio, un mundo cargado de incertidumbres pero también la conquista de una libertad irrenunciable; y, por eso mismo, costosa.
Mi generación
Ahora voy a hablar de mi generación. No es esta la ocasión de hacer un análisis sociológico o literario de los años setenta; simplemente quiero contar mi impresión de algo que sucedía en ese tiempo y que tiene que ver con el principio que dirige estas palabras: estoy convencido de que un libro te puede cambiar la vida. Por supuesto que estoy hablando de los que a mí, y a otros de mi generación, se la cambiaron.
La historia
Hablé de los libros y de la lectura ahora voy a hablar de la historia de la literatura. Habitualmente tendemos a pensar si es justa o injusta con tal o cual autor. Por supuesto, con nosotros mismos. Es una historia que cuando se institucionaliza inventa un canon, se vuelve religiosa y apela al método del decálogo, y cuando, por efecto de esa misma institucionalización, olvida y omite, se declara culpable; entonces crea dos géneros que lamentablemente suelen ser póstumos: el homenaje y el rescate.
Esa historia me provoca al menos una pregunta. ¿Por qué confundimos la historia de la literatura con la literatura?
Acaso, cada lector ¿no es el que hace su propia historia de la literatura? Una historia personal, privada. Basta entrar a la casa de alguien y ver su biblioteca para conocer sus manías su orden o su desorden. En ella están sus inclusiones y exclusiones, sus amores y sus odios.
El lector
En esta enumeración he dejado el lector para último término.
Pero ¿qué es un lector? ¿Qué entendemos por lectura? Si siempre nos sorprende que transcurrido cierto tiempo los subrayados que hicimos en un libro no los reconozcamos como propios, parecen como ajenos. Es que en cada nueva lectura se descubre lo que no se había descubierto pero también se ignora lo que se había ignorado, y hasta es posible que nos desorientemos allí dónde nos creíamos orientados.
Es posible que haya construido una figura de un lector un poco heroico, casi épica. Hay otras: el lector distraído, el curioso, el perezoso, el salteado, el aburrido. A través de las épocas, estas figuras aparecen y desaparecen por la misma puerta como los personajes de una comedia de enredos.
La llave
Cuando la llave gira en la cerradura y el cuarto se abre, en ese nuevo ámbito, el lector y el libro son inseparables. Como lo son, Sancho y el Quijote, o Bouvard y Pecuchet. No hay el uno sin el otro. Por lo tanto, un libro siempre va a llegar a destino, siempre va a haber un lector esperándolo porque es el libro el que busca al lector y el lector quien se deja encontrar. A ese encuentro, lo podemos llamar una cita. Por supuesto, como en el amor, hay citas afortunadas y desafortunadas.
Como dije, estoy convencido de que un libro te puede cambiar la vida. Todavía me sucede cuando vuelvo a leer a mis escritores preferidos, y también cuando leo a algún autor que no conozco. Entonces, comienza otra circulación, lo presto, lo regalo, hablo del libro, lo que los libreros todavía llaman: el boca a boca. Es decir, el libro ya está en la lengua.
Yo creo que el poder revelador de la lectura excede la infancia. Sin ir más lejos, hoy le agregamos el misterio y la libertad.

http://www.el-libro.org.ar/internacional/general/discurso-inaugural-de-luis-gusman.html


¿Para qué sirve la comunicación? Un escritor ante las nuevas tecnologías

José Saramago*
Artículo publicado en el nº 181 (enero-febrero de 1999)
de la revista "unión", en sus páginas 38 y 39.
http://www.ugt.es/globalizacion/saramago.htm


Un gran filósofo español del siglo XIX, Francisco de Goya, más conocido como pintor, escribió un día: "El sueno de la razón engendra monstruos". En el momento en que estallan las tecnologías de la comunicación, puede uno preguntarse si no están a punto de engendrar, ante nuestros ojos, monstruos de un nuevo tipo.
Es verdad que estas nuevas tecnologías son también el fruto de la reflexión, de la razón. Pero ¿se trata de una razón despierta? ¿En el auténtico sentido de la palabra despierta, es decir, atenta, vigilante, crítica, obstinadamente crítica? ¿o de una razón somnolienta, adormecida, que en el momento de inventar, de crear, de imaginar, descarrila y crea, imagina efectivamente monstruos?
A finales del siglo XIX, cuando el ferrocarril se impuso como un hecho positivo en materia de comunicación, algunos espíritus pacatos no dudaron en afirmar que ese ingenio era terrorífico y que, en los túneles, las personas iban a morir asfixiadas. Mantenían que, a una velocidad superior a 50 kilómetros por hora, les saldría sangre por la nariz y por las orejas y que los viajeros morirían entre horribles convulsiones. Son los apocalípticos, los pesimistas profesionales. Dudan siempre de los progresos de la razón que, según estos oscurantistas, no puede producir nada bueno. Aunque se equivocan sobre el fondo, tenemos que admitir que, a menudo, los progresos son buenos y malos. A la vez.
Por ejemplo, está claro que el tren es bueno cuando nos conduce a nuestro lugar de vacaciones o cuando transporta las mercancías que necesitamos. Pero es malo cuando traslada a los deportados hacia los campos de exterminio o cuando sirve de vehículo a máquinas de guerra.
Lo mismo que el tren, Internet es una tecnología que no es, en sí misma, ni buena ni mala. Sólo podemos juzgarla de acuerdo con el uso que se haga de ella. Y por eso la razón, hoy menos que nunca, no puede dormirse.
Si una persona recibiera en su casa, cada día, 500 periódicos del mundo entero, y si esto se supiera, probablemente se diría que está loca. Y sería cierto. ¿ Quién, sino un loco, puede proponerse leer cada día 500 periódicos? Tendría que leer uno cada tres minutos, o sea, más de veinte por hora, y eso durante las veinticuatro horas... Algunos olvidan esta evidencia cuando se agitan de satisfacción anunciándonos que, ahora, gracias ala revolución digital, podemos recibir 500 cadenas de televisión. ¿De qué 500 cadenas de televisión quieren informarnos mejor que los 500 periódicos que no podemos, materialmente, leer?
El dichoso abonado a las 500 cadenas se verá, inevitablemente, asaltado por una especie de impaciencia febril que ninguna imagen podrá saciar. Se va a encontrar perdido en el laberinto vertiginoso de un zapping permanente. Consumirá imágenes, pero no se informará.
A veces se dice que una imagen vale más que mil palabras. Es falso. A menudo, las imágenes tienen necesidad de un texto explicativo. Aunque sólo sea para hacernos reflexionar sobre el propio sentido de algunas de ellas, de las que la televisión se alimenta hasta el paroxismo. Se pudo observar, por ejemplo, hace algunos años, durante la última etapa del Tour de Francia, en el sprint final en los Campos Elíseos cuando, en directo, asistimos a la espectacular caída de Abdujapárov. Gracias a las mil nuevas posibilidades de la técnica: con zoom, sin zoom, en picado, en contrapicado, desde un ángulo, desde el ángulo opuesto, en travelling, de frente, de perfil... Y también, interminablemente, al ralentí. Se podría ver al corredor caer de su bicicleta, la cara acercándose poco a poco al suelo, tocando el asfalto, retorciéndose de dolor...
En cada repetición, aprendíamos más cosas sobre las circunstancias de la caída, el cómo y el por qué del accidente, la velocidad, las consecuencias, etc. Pero, cada vez, nuestra sensibilidad se embotaba un poco más. Se iba haciendo algo frío procedente no de la vida, sino del espectáculo, del cine. Poco a poco, volvíamos a ver esta caída con una distancia de cinéfilo diseccionando una secuencia de una película de acción. Las repeticiones habían terminado por matar nuestra emoción.
Se nos dice que, gracias a las nuevas tecnologías, alcanzamos hoy las riberas de la comunicación total. La expresión es engañosa, hace creer que la totalidad de los seres humanos del planeta puede ahora comunicar. Desgraciadamente esto no es cierto. Apenas el 3% de la población del globo tiene acceso a un ordenador; y los que utilizan Internet son aún menos. La inmensa mayoría de nuestros hermanos humanos ignora hasta la existencia de estas nuevas tecnologías. En este momento, todavía no dispone de los logros elementales de la vieja revolución industrial: agua potable, electricidad, escuela, hospital, carreteras, ferrocarril, refrigerador, automóvil, etc. Si no se hace nada, la actual revolución de la información también pasará de ellos.
¿El fin del mundo de la experiencia?
La información sólo nos hace más sabios y más sensatos si nos acerca a los hombres. Pero con la posibilidad de acceder, desde lejos, a todos los documentos que necesitamos, aumenta el riesgo de deshumanización. Y de ignorancia. La clave de la cultura ya no reside en la experiencia y el saber, sino en la aptitud para buscar la información a través de los múltiples canales y yacimientos que ofrece Internet. Se puede ignorar el mundo, no saber en qué universo social, económico y político se vive, y disponer de toda la información posible. La comunicación deja así de ser una forma de comunión ¿Cómo no lamentar el fin de la comunicación real, directa, de persona a persona? Pronto sentiremos nostalgia de la antigua biblioteca; salir de casa, hacer el trayecto, entrar, saludar, sentarse, pedir un libro, tenerlo entre las manos, sentir el trabajo del impresor, del encuadernador, percibir las huellas de los lectores precedentes, sus manos, palpar los signos de una humanidad que ha paseado su vida por ellas, de generación en generación.
Con malestar, se ve cómo se materializa el argumento de pesadilla anunciado por al ciencia-ficción: cada cual encerrado en su casa, aislado de todos y de todo, en la soledad más espantosa, pero volcado sobre Internet y en comunicación con todo el planeta. El fin del mundo material, de la experiencia, del contacto concreto, carnal... La disolución de los cuerpos.
Poco a poco, nos sentimos atrapados por la realidad virtual, que, a pesar de lo que se pretende, es vieja como el mundo, vieja como nuestros sueños. Y nuestros sueños nos han llevado por universos virtuales extraordinarios, fascinantes, por continentes nuevos, desconocidos, en los que hemos vivido experiencias excepcionales de aventuras, de amores, de peligros. Y a veces también de pesadillas. Contra las que Goya nos puso en guardia. Sin que esto signifique, por otra parte, que haya que frenar la imaginación, la creación y la invención. Pues es algo que se paga siempre muy caro.
Se trata más bien de una cuestión ética. ¿Cuál es la ética de los que, como Bill Gates y Microsoft, quieren a cualquier precio ganar la batalla de las nuevas tecnologías para sacar el mayor beneficio personal? ¿Cuál es la ética de los raiders y de los golden boys que especulan en Bolsa y se sirven de los avances de las tecnologías para arruinar a los Estados o llevar a la quiebra a cientos de empresas a través del mundo? ¿Cuál es la ética de los generales del Pentágono que, aprovechando los progresos de las imágenes de síntesis, programan más eficazmente sus misiles Tomahawk y pueden sembrar la muerte en las ciudades de Irak?
Impresionados, intimidados por el discurso modernista y tecnicista, casi todos los ciudadanos capitulan. Aceptan adaptarse al nuevo mundo que se nos anuncia como inevitable. No hacen nada para oponerse a él. Son pasivos, inertes, incluso cómplices. Dan la impresión de haber renunciado. Renunciado a sus derechos y a sus deberes; en particular, al deber de protestar, de insurrecionarse, de rebelarse. Como si la explotación hubiera desaparecido y la manipulación de los espíritus se hubiera desterrado. Como si el mundo estuviera gobernado por necios y como si la comunicación se hubiera convertido en un asunto de ángeles.

* Artículo publicado en el nº 38 de Le Monde Diplomatique (edición española), diciembre de 1998
Este texto retoma, en lo esencial, una conferencia inédita del autor, pronunciada en Alicante, el 29 de marzo de 1995, en el marco de un seminario sobre "Nuevas tecnologías e información del futuro", organizado por Joaquín Manresa para la Fundación Cultural de la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM).
José Saramago recuerda esta conferencia en su libro "Cuadernos de Lanzarote". Diario III, Caminho Editor, Lisboa 1997



El escritor argentino en su tradición

La literatura nacional, desde sus comienzos hasta la actualidad, se ha nutrido de temas violentos que reflejaban los conflictos de una sociedad desgarrada. La violencia, obscenamente desplegada o encubierta, inspiró textos clásicos como Facundo o Martín Fierro, pero también castigó la existencia de autores como Leopoldo Lugones o Antonio Di Benedetto
Después de la última crisis, que sacudió y que, sin duda por mucho rato, seguirá sacudiendo las bases mismas sobre las que se sostiene, casi milagrosamente, la sociedad argentina, muchos se preguntan si la actividad cultural, y en particular la literatura, como han venido haciéndolo hasta ahora, podrán seguir ejerciéndose en medio de tantos conflictos bien reales y otros quizás todavía más graves que se insinúan, inquietantes, en el horizonte. Es verdad que, en los últimos meses, la demostración de impotencia política, de aberración económica, y la amenaza de un inminente caos social parecen justificar esa comprensible interrogación.
Tal vez sería posible intentar dar una respuesta, limitándonos a la literatura de la que, en el plano lingüístico, temático y estético, existe en Argentina desde la primera mitad del siglo XIX, una tradición original y vigorosa. Basta citar los nombres de Sarmiento, Hernández, Lugones, Macedonio Fernández, Roberto Arlt, Ezequiel Martínez Estrada, Borges y Bioy Casares, Cortázar y Silvina Ocampo, Juan L. Ortiz, Oliverio Girondo o Antonio Di Benedetto, para comprobar que tanto en la poesía como en el ensayo, en la novela o en la literatura fantástica, esa tradición, de la que aparecen aquí únicamente los nombres principales, es rica y diversa, creadora y viviente.
Pero antes de analizar esa tradición y las condiciones que hicieron posible su existencia, son necesarias algunas reflexiones sobre la crisis que atraviesa el país en la actualidad. Es sabido que en la sociedad capitalista las crisis, como lo eran en otros tiempos las epidemias, son inevitables y frecuentes, y que su mayor o menor gravedad depende, en cada país, de la solidez del aparato productivo. En los países subdesarrollados, la crisis es endémica: un estado febril permanente que, de tanto en tanto, atraviesa una fase aguda. En Argentina, desde sus orígenes, la crisis es latente, ocultada en ciertos períodos de prosperidad que, sin embargo, privaban de sus beneficios a una buena parte de los habitantes. La operación simple con la que los prestidigitadores de la macroeconomía calculaban la renta per capita no era más que una miserable abstracción destinada al papel impreso. Desde los inicios de lo que los sociólogos consideran la Argentina moderna, a finales del siglo diecinueve, los ataques de fiebre fueron frecuentes, y no debemos olvidar la gravísima hiperinflación de 1989 provocada por los medios financieros (que siguen maniobrando con total impunidad hoy en día) para derrocar al presidente Raúl Alfonsín. La crisis actual es sin duda espectacular pero lo que más inquieta de ella son las consecuencias, ya no en el mero plano económico, que puede traer aparejadas.
La verdadera, la profunda, fue la terrible crisis de los años setenta, de la que, en muchos sentidos, los acontecimientos actuales no son más que el resultado, y no solamente porque durante esos años se contrajo la ominosa deuda externa. Entre 1969 y 1982, entre los primeros asesinatos políticos, los primeros episodios de guerrilla urbana y las primeras intervenciones terroristas del estado hasta la insensata guerra de las Malvinas, en abril de 1982, el país entero se hundió en una ciénaga de exasperación y de violencia, de corrupción y de crueldad, de odio y de sangre. Igual que las instituciones sin las cuales ninguna sociedad civilizada puede sobrevivir, toda moral fue arrumbada en un obligatorio receso. Se reveló de nuevo apropiada la protesta inmortal de Sófocles: el orden del mundo fue trastocado, porque en esos tiempos, en Argentina, eran los padres los que enterraban a sus hijos. Casi no hay sociedad que escape, en un momento u otro de su evolución, a ese paroxismo destructor. Pero podemos decir que la sociedad argentina, desde sus orígenes, a causa de lo que podríamos llamar, paradójicamente, un constante estado de transición, de desequilibrios estructurales demasiado visibles, que se ahondan y se perpetúan, se ve obligada a administrar continuamente la violencia, sin lograrlo nunca del todo.
En ese terreno de violencia, más o menos explícita según los períodos, floreció la literatura argentina. La materia misma de nuestros clásicos es la violencia política. De las guerras civiles del siglo diecinueve que, podríamos decir casi sin exagerar, se nutrieron de conflictos muy semejantes a los que nos desquician hoy en día, salieron esos textos fundadores que son las obras de Sarmiento y de José Hernández. La carrera política de Leopoldo Lugones, que escribía en verso refinadas escenas modernistas, lo llevó en sus textos en prosa del socialismo juvenil a finales del siglo XIX hasta el fascismo en 1930, cuando proclamó, en un panfleto famoso, "La hora de la espada". Y las novelas de Roberto Arlt, en los mismos años, están sacudidas por las grandes mitologías del siglo, el fascismo, la revolución social, la angustia de los individuos asfixiados en las grandes ciudades por la alienación capitalista, la amenaza de la guerra total. Un tema insistente recorre la obra lírica de Juan L. Ortiz, en casi setenta años de praxis poética: la injusticia que introduce la desarmonía en la belleza del mundo. Amigo de los comunistas (y siempre mordaz cuando se refería al dogmatismo de sus dirigentes), él, que era el hombre más frágil y bondadoso del mundo aun con sus enemigos, iba preso cada vez que algún tiranuelo local decidía meter en la cárcel a los miembros de la oposición. (Los policías encargados de vigilarlo iban a darles de comer a sus gatos.) No hay que olvidar el viraje político de Julio Cortázar, quien descubrió la Revolución Cubana y la causa latinoamericana a principios de los años sesenta, lo que lo llevó no únicamente a simpatizar con ellas, sino también a introducirlas temáticamente en el corazón mismo de su obra narrativa, y a seguir siéndoles fiel hasta su muerte, sea cual fuere el resultado literario de esa auténtica pasión política. Esa conversión es sin embargo más conocida que la constante militancia de Borges, en favor, pero muy a menudo en contra también, de diferentes corrientes culturales y políticas. A decir verdad, desde los años veinte, en revistas literarias o en órganos de prensa de mayor difusión, abundan sus intervenciones polémicas sobre problemas de actualidad, desde una óptica liberal que lo llevó a oponerse al fascismo y al peronismo, y más raramente al comunismo. Pero hay algo más importante todavía: su obra de ficción y su poesía se nutren en muchos casos de la política, y particularmente, de la violencia que engendran las luchas políticas. Las guerras civiles del siglo XIX le inspiraron muchos textos, entre ellos el comentadísimo "Poema conjetural", que es una desgarrada reflexión sobre la cultura y la barbarie, a partir de la muerte de uno de los padres de la Independencia, Narciso Laprida, en manos de unos gauchos sublevados. En la década del 40 escribió algunos cuentos, fantásticos o no, como por ejemplo, "Deutsches Requiem" o "El milagro secreto", inspirados por la Segunda Guerra Mundial, que para él representaba la actualidad inmediata, lo mismo que en los años 50, la muerte de Eva Perón y la caída del peronismo serán la materia de varios textos en prosa o en verso. Los estudiosos de su obra consideran que la violencia es uno de los principales elementos constitutivos de los textos de Borges.
Aun un escritor como Antonio Di Benedetto, cuyo obra parece elaborar exclusivamente cataclismos privados, fue alcanzado por la violencia en 1976, ya que, por negarse a aceptar, en tanto que responsable del diario que dirigía, una orden del poder militar la noche misma del golpe de estado, debió soportar un año de cárcel, la tortura y el exilio a los 54 años. Para no hablar de Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Francisco Urondo y de tantos otros, arrebatados por la turbulencia de esos años, cuyos rostros, como diría Merleau Ponty, "se borraron de la tierra".
Hace ya casi medio siglo, en 1953, Borges dio una conferencia sobre El escritor argentino y la tradición. Ese texto ampliamente conocido es una contribución tardía al debate sobre la esencia del ser nacional, en boga en los años 30 sobre todo, y marca el regreso definitivo de su autor, de las posiciones nacionalistas que había defendido en su juventud, hacia una concepción más universal de la literatura. La conclusión de Borges es correcta, pero incompleta; para él, la tradición argentina es la tradición de Occidente. (Por cierto que esta afirmación es válida no únicamente para la Argentina, sino para cada parcela del continente americano, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, donde el elemento europeo haya penetrado). Pero es incompleta porque parece ignorar las transformaciones que el elemento propiamente local les impone a las influencias que recibe. La propia literatura de Borges es un producto de esa interacción. No es el caso hoy de explicar ese proceso. Pero hay un punto que debería inducir a la reflexión.
La tradición literaria argentina se forjó siempre en la incertidumbre, en la violencia y bajo la amenaza del caos; en muchos casos hizo de ellos su materia. Y es justamente por eso que pertenece a la tradición de Occidente. Cuando pensamos en la historia europea del siglo XX, sobre todo en su primera mitad, no podemos ignorar que la magnífica literatura que ha dejado se construyó entre dos guerras mundiales, y en medio de los más terribles cataclismos sociales y morales que conoció ese continente. Algunos autores los ignoran en sus libros, y otros los comentan o los integran. Pero, en tanto que hombres, ninguno pudo sustraerse a esa sucesión de catástrofes.
Algunos pretenden que ante las crisis económicas y sociales, los escritores deben abstenerse de escribir, para salir a la calle a expresar su protesta de ciudadanos. Salir a la calle está muy bien, pero no debemos olvidar que lo que hace salir a algunos puede resultarles indiferente a muchos otros. Pero por salir a la calle, ningún escritor verdadero dejaría de escribir; podría decirse que esa obstinación inexplicable en seguir escribiendo, sean cuales fueren las circunstancias, es lo que define su condición de escritor. Sólo quien ignora la razón de ser misma de la literatura incurrirá en el error de suponer lo contrario. Cada escritor construye su literatura, por íntima que sea, con el mundo que tiene a su alcance; la tajada de vida empírica que alimenta su imaginación es la savia secreta que justifica cada uno de los signos que estampa sobre el papel. A los escritores argentinos (como a todos los otros probablemente) les tocó vivir en un país agitado por inacabables conflictos. Y hoy sólo siguen siendo legibles aquellos que se aventuraron en la selva de esos conflictos y fueron capaces de forjar a partir de ellos su propia tradición. .
Por Juan José Saer 
Para LA NACION - París, 2002


Temas de Examen Oral Final

Marcela "El matadero" de Esteban Echeverría relato escrito hacia 1838 y "Casa tomada" cuento de Julio Cortázar
http://escritorioalumnos.educ.ar/datos/recursos/libros/el_matadero.pdf
http://www.fmmeducacion.com.ar/Escritos/Cuentos/casatomada.htm

Gastón El tunel de Ernesto Sábato novela de 1948
http://biblio3.url.edu.gt/Libros/sabato/tunel.pdf

Sergio Crónicas del Ángel Gris de Alejandro Dolina libro de relatos publicado en 1988 http://soydondenopienso.files.wordpress.com/2009/09/cronicas_del_angel_gris.pdf

Agustín Operación masacre de Rodalfo Walsh publicado en 1956.
http://www.alianzabolivariana.org/pdf/walsh_operacion_masacre.pdf

César
Unidad La Ley y Unidad Los orígenes

Juan La traducción de Pablo de Santis novela escrita en 1997
http://librosgratis.net/search/pdf/pablo-de-santis-la-traduccion

Claudia

Brian El Gaucho Martín Fierro de 1872 y La vuelta de Martín Fierro 1879 de José Hernández en 1872 poema narrativo.
http://www.gador.com.ar/iyd/cardiologia/pdf/martin_fierro.pdf

Eliana Siddhartha de Hermann Hesse novela escrita en 1922
http://www.opuslibros.org/Siddharta.pdf

Adrián La increible y triste historia de la candida erendira y su abuela desalmada de Gabriel García Marquez novela de 1972
http://bibliotecabzl.bligoo.com/media/users/4/203611/files/21419/gabrielgarcamrquezlacndidaerndira.pdf

Adrián S.

Romina El Gaucho Martín Fierro de 1872 y La vuelta de Martín Fierro 1879 de José Hernández en 1872 poema narrativo.
http://www.gador.com.ar/iyd/cardiologia/pdf/martin_fierro.pdf

Silvina La casa de Bernarda Alba de Federico García Lorca obra teatral escrita hacia 1936
http://www.vicentellop.com/TEXTOS/lorca/La%20casa%20de%20Bernarda%20Alba.pdf

Ronan "Cabecita negra" cuento de German Rozenmacher y "Casa tomada" cuento de Julio Cortázar
http://www.elortiba.org/rozen.html
http://www.fmmeducacion.com.ar/Escritos/Cuentos/casatomada.htm

Adrian Sanchez
El coronel no tiene quien le escriba novela de Gabriel García Marquez (1961)
http://stansw.files.wordpress.com/2012/04/garcia-marquez-gabriel-el-coronel-no-tiene-quien-le-escriba.pdf

domingo, 2 de septiembre de 2012

Epígrafe de "Circe" traducción


Epígrafe de "Circe" traducción

Y un beso que tenía de su boca, mientras tomaba a la niña de la mano. Pero mientras lo mordía, mi cerebro se volvió y tropezó mi pie, y yo sentí que mi caída estrellándose a través de las ramas enredadas bajo sus pies, y vio los rostros blancos muertos que me dio la bienvenida en la fosa.

Dante Gabriel Rossetti
The Orchard-Pit


Algunos datos informales del autor en: http://es.wikipedia.org/wiki/Dante_Gabriel_Rossetti